A Napoleón Bonaparte no le hizo ninguna gracia la derrota del ejército del general Dupont en Bailén el 19 de julio de 1808. Probablemente, incluso le hizo menos gracia todavía que un ejército expedicionario británico desembarcara en la costa portuguesa el 1 de agosto. No es de extrañar, entonces, que, en noviembre de ese mismo año, se pusiera al frente de un ejército de doscientos mil hombres para encauzar la guerra en la Península Ibérica y mantener así a su hermano José en el trono de España y de las Indias. Los distintos ejércitos españoles hicieron frente a sus mariscales en Gamonal, Espinosa de los Monteros, Tudela y, a él mismo, en Somosierra, pero nada pudo evitar que el 3 de diciembre de 1808 el Emperador fuera el dueño y señor de Madrid.
Estando Napoleón en la capital, recibió la noticia de que el ejército expedicionario británico, al mando del general John Moore, se dirigía a Valladolid desde Salamanca. Fue entonces cuando Moore finalmente se dio cuenta de que tenía todas las de perder si entraba en batalla con los franceses, así que cambió de idea y decidió huir hacia el norte, hacia León, donde podría unirse a los restos del ejército del general Blake, que había sido derrotado en Espinosa de los Monteros, tomando la ruta de Mayorga, Sahagún y Benavente.
Se inició así la llamada “carrera de Benavente”, que Napoleón comenzó en Tordesillas, pasando después por Villalpando, Castrogonzalo, Valderas, Benavente, La Bañeza y Astorga, donde decidió volver a casa para prepararse para la guerra contra los austriacos, a los que derrotaría de nuevo el 6 de julio de 1809 en la batalla de Wagram. El mariscal Soult quedaría encargado de expulsar a los británicos de la Península Ibérica, lo que logró tras la batalla de La Coruña, librada el 16 de enero de 1809.
Las andanzas de Napoleón por España en el año 1808 no le llevaron en ningún momento a cruzar el Tormes, de modo que, ¿quién es ese Bonaparte que se bañaba en el Tormes y del que nos hablan dos diarios de militares británicos?
El coronel George Scovell, miembro del estado mayor del ejército de Moore, un políglota que se hizo famoso por ser la persona que descifró la clave que los franceses utilizaban en su correspondencia secreta en España, se encontraba en la ciudad de Salamanca el 17 de noviembre de 1808. Ciertamente, sus conocimientos sobre lenguas extranjeras eran muy superiores a sus conocimientos ornitológicos.
[…] Vi varios oficiales disparando a una especie de ave palmípeda grande, que, según me dijeron, había burlado a los cazadores durante años. Durante el tiempo que estuve en Salamanca nadie logró cazarla. Parecía mucho más grande que un pato y permanecía bajo el agua durante un tiempo inmenso. Pude observar que, para cuando disparaban, ya estaba bajo el agua mucho antes. (1)
Un ave palmípeda más grande que un pato y capaz de mantenerse buceando durante bastante tiempo; no parece difícil adivinar qué puede ser. De hecho, estas aves nos siguen acompañando a los salmantinos que damos largos paseos por la ribera del Tormes. Pero no hace falta adivinar, ya que el oficial Charles Steevens, del 20º de infantería, claramente más versado en cuestiones ornitológicas que Scovell, nos da más detalles sobre esta ave burlona:
En el río había un ave llamada somorgujo [sic], que nos proporcionó a algunos de nosotros un poco de esparcimiento. Solía estar cerca de la ciudad, y algunos de los habitantes relataban una extraña historia sobre esta ave, a la que pusieron el nombre de “Bonaparte”. Decían que llevaba allí como unos veinte años y que nadie la había podido abatir. Una mañana, tres de nosotros, los pobres Bent, Harding (que ya murieron) y yo, tomamos nuestro equipo de caza y salimos con el objetivo de abatir esta célebre ave. La encontramos en el río y nos colocamos de tal manera que, siempre que saliera del agua, la tuviéramos a tiro. Disparamos varias veces, pero era tan rápida que nada más apretar el gatillo ya estaba bajo el agua. Después de disparar hasta que agotamos la paciencia, nos dimos por vencidos. Aparte de nosotros hubo otros que lo intentaron en varias ocasiones, pero sin éxito. Así que la dejamos como la encontramos y, cuando nos fuimos de Salamanca, “Bonaparte” seguía viva… (2)
Por la descripción de Scovell no podía ser otra ave que un cormorán grande (Phalacrocorax carbo) o un somormujo lavanco (Podiceps cristatus), aunque bien es cierto que, si los salmantinos la veían durante todas las estaciones, un cormorán grande no podía ser, ya que estas aves son invernantes aquí y, por lo tanto, no pasan el año al completo en nuestro río.
Desvelado el misterio, aunque hay que contar que hubo otro Bonaparte que a punto estuvo de darse un baño en el Tormes, y éste sí que era familia de Napoleón. Estamos hablando del rey José, el rey intruso, también conocido como Pepe Botella, que el 10 de noviembre de 1812 hizo noche en la localidad de Macotera. Pero, ¿qué hacía el monarca por estas tierras, además en un otoño de lluvias torrenciales como fue aquel?
Bien, no está de más recordar que unos cuatro meses antes los aliados habían vencido a la armée du Portugal del mariscal Marmont en la batalla de Los Arapiles. Tras esa contundente victoria, Wellington entró triunfante en Madrid el 12 de agosto de 1812 y luego se dispuso a tomar Burgos, algo que tenía que haber hecho antes de entrar en la capital de España. Si Wellington no hubiera cejado en su persecución hacia el norte de la armée du Portugal tras la batalla de Los Arapiles, este ejército francés habría quedado borrado del mapa, pero los que mandan son los políticos y éstos se dejaron guiar por una idea simplista: recuperando Madrid, se recupera España. Craso error porque, tras el fracasado asedio al castillo de Burgos, los aliados terminaron en franca retirada hacia el Tormes, y esta vez perseguidos por tres ejércitos franceses: el de Portugal, el del Centro y el del Sur. Esta circunstancia es la que trajo hasta nuestra provincia al rey José, que, tras haber pasado la noche anterior en la localidad de Valdecarros, cruzó el Tormes por los vados que hay entre Éjeme y Galisancho en la tarde del 14 de noviembre de 1812, pasando esa noche en las inmediaciones del santuario de Nuestra Señora de Utrera, en Mozárbez.
Los aliados se retiraron hasta Ciudad Rodrigo y los franceses cometieron todo tipo de tropelías en Salamanca capital, pura venganza por el trato que se había dado a sus heridos y prisioneros tras la derrota de Los Arapiles. El rey José se volvió a Madrid, ciudad que abandonó el 17 de marzo de 1813 para no volver jamás.
José Bonaparte terminó retirado en Estados Unidos, donde se compró una impresionante mansión gracias a la venta de las joyas de la corona española. Napoleón Bonaparte terminó muriendo de tedio y de un lento envenenamiento por arsénico en la isla de Santa Elena. Luego vinieron muchas más guerras y todo tipo de calamidades provocadas por la estupidez y el desmedido ego de los humanos, pero nada de eso ha impedido, de momento, que los somormujos, descendientes de aquel que llamaban Bonaparte en 1808, hayan seguido criando a su descendencia en el río Tormes.
Miguel Ángel Martín Mas
(1) Scovell, George, Diario manuscrito. Public Record Office, Kew, ref. WO-37-5, pp. 39-40.
(2) Steevens, Charles, Reminiscences of my Military Life. Winchester, Warren and Son., 1878, p. 59.