La población de Gallegos de Argañán fue utilizada como cuartel general por la División Ligera del general Craufurd en varias ocasiones a lo largo de la guerra. En esta localidad salmantina los británicos representaban obras de teatro, enamoraban a las mozas del lugar y desde allí salían las patrullas que, a lo largo de la Rivera de Azaba, vigilaban los movimientos de los franceses al otro lado del río Águeda.
Mientras el ejército francés preparaba el asalto a Ciudad Rodrigo a principios de julio de 1810, sus mandos temían que Lord Wellington, que tenía desplegadas sus tropas británico-portuguesas a lo largo de la frontera, decidiera finalmente socorrer la fortaleza. Dada esta situación eran frecuentes los reconocimientos para tener localizado al enemigo y, en ocasiones, los combates. Uno de ellos, el del 4 de julio de 1810, se conoce como el combate de Gallegos de Argañán. Al amanecer de ese día, el general francés Junot -con mil doscientos caballos, cinco batallones de infantería y dos cañones- cruzó la Rivera de Azaba y avanzó sobre los piquetes británicos obligándoles a retroceder a la carrera hacia Gallegos de Argañán, en cuyo término se libraron varios combates, siendo el más destacado el que enfrentó a un grupo de treinta húsares de la King’s German Legion con dos pelotones de dragones y húsares franceses. Tras estos combates la División Ligera británica se vio forzada a retirarse a una posición entre la fortaleza portuguesa de Almeida y La Alameda de Gardón, un movimiento que fue el precedente de la gran retirada del ejército británico-portugués hacía las inexpugnables Líneas de Torres Vedras, una cadena de fortificaciones que impedían el acceso a Lisboa y que permitieron a los británicos permanecer en la Península Ibérica para seguir combatiendo contra Napoleón.