La carga de la brigada de caballería pesada.

En esta ilustración dos soldados del regimiento británico V Dragoon Guards cargan contra los soldados del 66º de infantería de línea francés. La carga de la brigada de caballería pesada al mando del general Le Marchant fue uno de los episodios más destacados de la batalla de Los Arapiles. El 66º de línea, perteneciente a la división de Taupin, aguantó lo más duro de la ofensiva británica, perdiendo 588 hombres de 1.169; es decir, más del 50%, lo que nos da una clara idea de lo que supuso el ataque combinado de la caballería pesada y la infantería británicas contra el ala izquierda francesa.

La caballería pesada británica iba equipada con una enorme espada recta cuya hoja estaba afilada por ambos lados cerca de la punta. Esto la convertía en un arma temible si se usaba para ensartar al enemigo, aunque con ella también se asestaban poderosos mandobles, como está haciendo el jinete que aparece en primer plano en la lámina. Aunque en el año 1812 se aprobó un nuevo reglamento para el uniforme de los Dragones Guardias que dotó a estas unidades de un casco, estamos seguros que esta nueva uniformidad no llegó a tiempo para la batalla de Los Arapiles, por lo que se representa a esta unidad con los antiguos bicornios, una prenda de cabeza muy poco adecuada por diversas razones: se perdía con facilidad en las cargas y apenas protegía de los sablazos del enemigo, a pesar del capacete metálico que se colocaba debajo. Además, con el tiempo y un par de chubascos adquiría formas de lo más grotesco. La carabina (un mosquete más corto para poder cargarlo con facilidad a lomos de un caballo) va envuelta en la bandolera para mantenerla fija durante la carga, en la que, por supuesto, no se usaba.

Los infantes franceses del 66º de Línea visten según las variaciones del uniforme y chacó de 9 de noviembre de 1810. Sin embargo, en la Península esto siempre es una suposición, ya que todo dependía de la posibilidad de recibir suministros, cosa no siempre fácil debido al acoso constante de las guerrillas.  El fusilero del 66º de línea lleva la placa de chacó modelo 1809-1810 (el águila imperial sobre una media luna, ligeramente diferente al modelo que apareció en 1812 pero que no se repartió en la Península). Este modelo 1809-1810 era una variante, no reglamentaria pero muy común, que se usaba al mismo tiempo que la de forma romboidal, que corresponde al modelo de 1806.

Ilustración realizada para el libro “Los Arapiles 1812: la campaña de Salamanca”, publicado por la editorial Almena en el año 2005.

El mariscal Marmont herido sobre la cumbre del Arapil Grande.

Cuando Marmont se percató del peligro que entrañaba que las divisiones de Maucune y Thomières avanzaran hacia el oeste tan descuidadamente, debilitando el ala izquierda francesa, el mismo mariscal se dispuso a partir a caballo hacia la izquierda para detener el avance. En cuanto se dio la vuelta para montar su caballo, resultó herido de gravedad en el costado derecho y en el brazo por un proyectil disparado por los cañones que los británicos habían situado en la cumbre del Arapil Chico. Fue conducido a retaguardia, donde los cirujanos pretendían amputarle el brazo, algo a lo que se negó rotundamente. Marmont se recuperó de sus heridas, pero no volvió a la Península, participando en las campañas de Alemania y Francia en 1813 y 1814. Las canciones populares surgidas en los pueblos salmantinos a raíz del episodio han extendido la falsa idea de que Marmont perdió el brazo derecho durante la batalla, lo que ha provocado que el emblema de un brazo cercenado aparezca en el escudo que luce la bandera confeccionada para el pueblo de Arapiles. Resulta curioso que, cuando Marmont, responsable de la defensa de París en 1814, rindió la ciudad a los aliados que la rodeaban y Ney le echó en cara su cobardía, Marmont le contestara: “Hubiera dado mi brazo derecho porque esto no hubiera ocurrido”.

En la lámina, el mariscal Marmont acaba de ser herido por la explosión del proyectil. Un general de brigada (dos estrellas en las raquetas del fajín de seda con cintas azules entretejidas) observa horrorizado la escena y un ayudante de campo de un general de división (brazalete rojo con bordados dorados) se aparta para evitar resultar herido como su general en jefe.

Ilustración realizada para el libro “Los Arapiles 1812: la campaña de Salamanca”, publicado por la editorial Almena en el año 2005.

El brigadier Julián Sánchez y D. Patricio Cortés.

En esta lámina se representa un posible encuentro secreto entre el antiguo guerrillero Julián Sánchez (en 1812 brigadier del ejército español) y el sacerdote irlandés Patrick Curtius, conocido por los salmantinos como don Patricio Cortés. Curtius era rector del Colegio Irlandés y catedrático de Historia Natural y Astronomía de la Universidad de Salamanca. También era, a los setenta y dos años, el jefe de su propia red de espías, que se extendía por toda la España ocupada por los franceses y aún más al norte del otro lado de los Pirineos. Los franceses sospechaban de su existencia y ansiaban capturarlo, pero tan solo conocieron su identidad después de la batalla de Los Arapiles. Tal como se diría en una novela de espionaje moderna, la «tapadera» de Curtius se descubrió, y cuando los franceses volvieron a Salamanca en noviembre de 1812, el sacerdote se vio obligado a huir en busca de la protección británica

El brigadier Julián Sánchez viste el uniforme de los dragones ligeros británicos, una suposición perfectamente plausible, ya que en 1812 las tropas españolas iban equipadas con material de origen británico o capturado al enemigo. Este testimonio de un oficial británico nos da una idea del aspecto de las tropas que formaban la brigada de Don Julián Sánchez en la batalla de Los Arapiles:

Don Julián Sánchez y Carlos de España, los grandes líderes guerrilleros, se unieron a nuestro ejército con sus mirmidones, ciertamente un grupo de aspecto piojoso como seguro que no has visto nunca. La infantería lleva vestuario inglés y la caballería, ambos caballo y jinete, van completamente armados y equipados con el botín tomado al enemigo, así que es casi imposible distinguir al amigo del enemigo. El mismo Don lleva una pelliza como la del 16º de Dragones con un gorro de húsar inmenso y con el águila de Napoleón puesta del revés. Vestido de esta forma, va acompañado de dos ayudantes de campo con la misma apariencia elegante, doce lanceros y un trompeta vestido de escarlata sobre un caballo gris… (Pueblo de Villares, a tres millas de Salamanca, 28 de junio de 1812).

Ilustración realizada para el libro “Los Arapiles 1812: la campaña de Salamanca”, publicado por la editorial Almena en el año 2005.

El ataque portugués al Arapil Grande.

La brigada portuguesa de Pack estaba formada por los regimientos de línea portugueses 1º y 16º (con dos batallones cada uno) y el 4º batallón de Caçadores, unos dos mil seiscientos hombres en total. El general de brigada Pack, en su relato de la batalla, nos dice lo que sintió cuando recibió la orden de atacar el Arapil Grande con sus portugueses:

Mis Caçadores aguantaron bien en Buçaco y Ciudad Rodrigo, lo que me sorprendió gratamente. Pero mi mente se nubló y dudé un instante cuando recibí la orden de atacar el Arapil Grande, la posición más fuerte del enemigo en el campo de batalla. Es deber de todo soldado obedecer sin cuestionar las órdenes, así que iniciamos el ascenso de la colina. Y nadie admira a Lord Wellington más que yo, pero temí que esperara demasiado de mis “Hidalgos”, cuyo valor es de una naturaleza enormemente cambiante.

Pack desplegó sus tropas como si fueran a tomar al asalto una plaza fortificada. Al frente, un grupo de asalto formado por un centenar de hombres del 4º de Caçadores. El resto de los Caçadores avanzaría por ambos flancos. El grupo de asalto contaba con el apoyo de cuatro compañías de granaderos. El resto de la brigada les siguió en dos columnas: los dos batallones del regimiento 1º a la derecha y los dos batallones del 16º a la izquierda. Cuando los portugueses alcanzaron el escalón rocoso que llega hasta la altura del pecho de un hombre y que protege el acceso a la cumbre del Arapil Grande por el Norte, los portugueses se detuvieron un momento. Los soldados franceses del 120º de infantería de línea abrieron fuego casi a quemarropa. El desastre fue completo, y las bajas de la brigada portuguesa ascendieron a 470 hombres, un 18% de su fuerza.

En la ilustración, el 1º de infantería de línea portuguesa alcanza el escalón rocoso en la ladera norte. El oficial arenga a sus hombres ante la suicida empresa que están llevando a cabo. Los infantes portugueses llevan el modelo de chacó inglés conocido como stovepipe shako, que sustituyó al modelo barretina. Los chacós llevan el escudo de armas de Portugal y una placa con el número del regimiento, en este caso el 1º de infantería. El oficial luce un fajín en la cintura siguiendo la moda de los oficiales británicos y las originales charreteras típicas de los portugueses, metálicas y con escamas. El joven tambor lleva galoneadas las costuras de las mangas y el cuello, y va armado con un sable briquet. El modelo de la casaca es copia de la británica y el pantalón es blanco, como correspondía la época estival.

Ilustración de Dionisio Álvarez Cueto para el libro Los Arapiles 1812: la campaña de Salamanca, publicado por la editorial Almena en el año 2005.

El general John Gaspard Le Marchant.

El general John Gaspard Le Marchant se sitúa al frente de su brigada de caballería pesada (3º y 4º de Dragones y 5º de Dragones Guardias) durante la batalla de Los Arapiles. Unos instantes después se inició la carga de caballería que hizo que se desbandara la izquierda del ejército francés y en la que encontró la muerte el general británico, el “soldado científico” que había diseñado el mortífero sable de caballería ligera modelo 1796.

Ilustración de Dionisio Álvarez Cueto realizada para el aula de interpretación de la batalla de Los Arapiles.