A finales del verano de 1809, la balanza de la guerra en la Península Ibérica se estaba decantando hacia el lado de Napoleón, y eso a pesar de que el 28 de julio los aliados británicos, portugueses y españoles habían vencido a un ejército francés en Talavera de la Reina. Las derrotas sufridas por los españoles en Puente del Arzobispo y Almonacid a comienzos de agosto habían convencido al general al mando del ejército británico-portugués, Lord Wellington, de que lo más sensato era retirarse a la seguridad que ofrecía Portugal y allí reclutar, instruir y equipar un ejército capaz de hacer frente a las fuerzas imperiales, que se iban a ver reforzadas tras la victoria de Napoleón sobre los austriacos en Wagram. La autoridad política española, la Junta Central, rechazó de pleno dicha estrategia y decidió lanzar una ofensiva sobre Madrid con el Ejército de Extremadura y el Ejército de la Mancha, empleando el Ejército de la Izquierda, acantonado en Ciudad Rodrigo, en una maniobra de distracción.
Es durante esta ofensiva española cuando se libra la batalla de Tamames, en la que el VI Cuerpo de Ejército francés, al mando del general Marchand, fue derrotado por el Ejército de la Izquierda, liderado por el Duque del Parque, el día 18 de octubre de 1809. Las victoriosas tropas españolas que habían combatido en Tamames entraron en la ciudad de Salamanca unos días después, siendo recibidas por una multitud entusiasmada con la liberación. La de Tamames fue, junto con las de Bailén, Valmaseda, Alcañiz y San Marcial, una de las victorias de un ejército español en solitario frente a las tropas imperiales francesas.